miércoles, 19 de marzo de 2008

¿EN CUÁNTAS PARCELAS PUEDES DIVIDIRTE TÚ?


Después de imaginarme dentro de una burbuja, de hacer partícipe de ella a unas personas y luego al verme obligada a sacarlas nuevamente fuera, me he dado cuenta de que todos necesitamos un cierto espacio, aire del que disfrutemos nosotros solos o en compañía de quien nosotros mismos decidamos.

En mi opinión, cuando hacemos a alguien partícipe de nuestra “burbuja”, de nuestro espacio personal, se genera una relación diferente, se experimentan una serie de sensaciones por parte de ambas personas (creo) que hace que el ambiente se relaje, que la relación pueda ser más amistosa y que todas las personas implicadas puedan ser más sinceras y más ellas mismas.
Pues bien, a partir de estas ideas comienzan a surgir en mi cabeza algunas dudas con respecto al tema.

En mi opinión, para que una persona se sienta a gusto a nuestro lado, para que confíe en nosotros, para formar parte de su espacio personal y que nos deje entrar allí sin llamar, debemos primero hacer sentir a esa persona que forma parte de nuestro propio espacio, es decir, que está dentro de nuestra famosa burbuja. Sin embargo se plantea un problema. Si abordamos este terreno desde el punto de vista profesional, es decir, desde nuestro propio punto de vista como futuros psicopedagogos, se plantean algunas situaciones que creo tienen relación en este terreno.

En multitud de ocasiones nos encontraremos frente a personas (adultos, niños, adolescentes…) que tienen quizá que hablarnos de temas delicados, de situaciones que pueden estar afectando a su vida cotidiana, a su relación con la familia, amigos, a su rendimiento académico o incluso a su propia persona en sí misma. Desde mi punto de vista, para que una persona confíe en nosotros y deposite toda esa carga emocional que puede estar llevando a sus espaldas, necesitaremos antes haber creado algún tipo de vínculo, algún tipo de conexión que haga sentir a la persona que está en un lugar “seguro”, donde puede hablar, donde puede abrirse, donde puede compartir con nosotros sentimientos, deseos, preocupaciones, etc. ¿Cómo se traduce todo ésto? Sencillamente creo que se traduce en incluir a esa persona dentro de nuestra burbuja o al menos, hacerle sentir que está dentro (aunque realmente cuestionaría si una persona llegaría a sentirse conectado de esta manera con otra que no la incluye en su espacio personal. En mi opinión, se generan ciertas sensaciones, miradas, gestos, formas de hablar, etc. que son indicadores que nos muestras si estamos siendo o no aceptados por alguien). Pero, ¿podemos incluir a todo el mundo dentro de este rincón del mundo que guardamos para nosotros? ¿Debemos? ¿Podemos abrirnos a las personas en parcelas e incluir a cada una de ellas en cada uno de estos espacios o cuando incluimos a alguien lo hacemos completamente?

Si, como he señalado en las cuestiones anteriores, podemos abrirnos al mundo en pequeñas parcelas e incluir a los individuo en cada una de ellas, no habría más problemas que el de encontrar nuestra parcela profesional e incluir en ella a todos nuestros “pacientes”, y cerrar el resto. Pero si por el contrario no podemos seleccionar la parte de nuestro espacio a la que queremos dejar pasar, ¿cómo haremos para generar ese clima de confianza, de seguridad si no incluimos a la persona en nuestro terreno? o bien, ¿deberíamos implicarnos por entero a cada uno de ellos?


Desde mi punto de vista, siempre debemos dejar un margen entre nuestra vida profesional y nuestra vida personal, y es por ello por lo que me gustaría pensar que podemos abrirnos en parcela a los demás, sin embargo, al igual que antes decíamos que las personas notan cuándo están siendo incluidas o no dentro de esas parcelas, ¿no notaríamos también cuándo sólo nos dejan acceder a algunas de ellas? ¿Implicaría ésto algún tipo de reacción en la otra persona? No sé si quizá este sentimiento podría generar en los individuos el efecto contrario al que buscábamos, es decir, en lugar de crear un buen clima de confianza, crear uno de desconfianza y de incertidumbre por esas parcelas a las que nos han prohibido la entrada… ¿Dónde está el punto medio?

A través de esta reflexión mando quizá muchas cuestiones que ahora no quedan resueltas, pero a las que espero volver con ideas más claras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mary

Muy interesante.

Creo que estás confundiendo varias cosas. Una cosa son los diferentes contextos en los que participamos, y mediante los cuales nos identificamos: contexto familiar, personal, profesional, íntimo, conyugal, paternal, etc... etc...

Otra cosa es la habilidad de sintonizar, de crear sintonía con alguien. Como bien dices, una buena manera de hacerlo es incluir a alguien en nuestro espacio personal. Ahora, que lo hagamos de manera plena o parcelada, como bien indicas, influirá en la calidad de dicha inclusión, y se percibirá.

El tema que principalmente estás confundiendo creo que tiene que ver con la extensión y ámbito de esa inclusión al crear sintonía.

Que yo incluya a alguien durante un tiempo no significa que quede incluida siempre y en todas las áreas de mi vida. Pero sí que queda incluida totalmente en un contexto (y espacio) determinado y en un tiempo determinado. Por ejemplo mi manera de estar, procesar, pensar, sentir, conectar, hablar, atender, etc.. etc... es muy diferente cuando estoy en clase que cuando estoy en mi despacho, que cuando estoy caminando hacia mi casa. Lo que cambia es el contexto. El tema es si soy consciente del ámbito de mi conexión, de su congruencia con los propios límites que planteo cuando sintonizo o no sintonizo. Esto es muy importante. Tienes que ser consciente de dónde están los límites de la sintonía y actuar congruentemente con ello. Esa congruencia es muy importante y se transmite. Si piensas que si incluyes a alguien en tu espacio, significa ser íntimo con esa persona, estás confundiendo conceptos, límites y contextos.

¿Entiendes lo que quiero decir?

Si no es así me extenderé más de manera más ordenada.

Gracias por la reflexión.

Alejandro