jueves, 18 de noviembre de 2010

PROFE, CREO QUE NO TE HAS EXPLICADO BIEN


Supongo que todos los que nos movemos en el terreno de la educación tenemos muy asumido que, durante una explicación, todo el mundo puede comprendernos, seguirnos… y que si esto no ocurre, será probablemente porque nuestra explicación no haya sido lo suficientemente clara o lo suficientemente adaptada a las características del grupo.

En mi clase, cada día, con cada pregunta o explicación, me recuerdo a mí misma lo mal que suena que un maestro diga: ¿lo entendéis, me habías comprendido? Y trato por todos los medios de utilizar expresiones como: ¿me he explicado bien? ¿Es necesario que lo explique de otra manera?

Quizá no tenga más misterio que tratar de ser consciente de mi propio lenguaje. Sin embargo, cuando ayer Adrián, después de haber estado durante toda la explicación distraido, jugando, colocando las pinturas de cera por orden de altura en su estuche, me llamó a su mesa y me dijo: - Mary, es que creo que no te has explicado muy bien. ¿Qué tengo que hacer aquí?

¡Será posible! ¡me ha dicho que no lo he explicado bien! ¡Si ha estado toda la explicación en las nubes!

Sí… estos pensamientos recorrieron mi mente por un momento…aunque no dejé que salieran y repetí la explicación de nuevo para él.

Hoy, pensando sobre ello no puedo evitar sonreir. La influencia de mi lenguaje… cómo lo digo, lo que digo… Adrían parecía totalmente absorto en sus juegos, pero la frase clave la pilló al instante. Profe, creo que no te has explicado bien. ¿Por qué lo sentí como una ofensa en ese momento? ¿Una duda a mi profesionalidad? ¿Cuiestionando mi capacidad de explicación, de hacer comprender?

Hoy, no me importa que ayer Adrián estuviera jugando o distraido. Sé que algo va calando, que algunas ideas o frases, expresiones… van haciendose un hueco en él. Además, me gustó cómo el “niño que estaba en las nubes” me bajó a mi de las mías. No vale sólo con creerse ciertas cosas. No es suficiente con “saber” que hay expresiones, modelos, actuaciones que quedan bien o mal. Es necesario también ser consciente de porqué me dirijo a ellos y a ellas de una u otra forma, qué les estoy transmitiendo, qué les estará llegando y cómo.

Me gustó que Adrián me recordara que si realmente digo que puedo no haberme explicado bien, no me suene a ofensa cuando algún niño o niña me pide que repita algo, porque…podría haberlo explicado mejor. Los miedos se cuelan invisibles en muchas situaciones, pero cuando los detectas, es gracioso mirarlos con perspectiva.

miércoles, 19 de mayo de 2010

SOBRE LA LIBERTAD, EL SER LA MISMA DE SIEMPRE Y OTRAS MENTIRAS


¿Pueden los estándares estar basados en uno mismo? ¿Tienen fecha de caducidad? ¿Pueden ser esos estándares momentos, situaciones ya pasadas más que proyectos y situaciones futuras aún no alcanzadas? ¿Es posible que la comparación pueda hacerse con respecto a una misma pero en otro momento de mi vida, en otra situación?

Si me hago todas estas preguntas es porque después de escribir la última bitácora he seguido dándole vueltas a este tema, a aquellas metas o medidores que afectan a mi manera de enfrentarme diariamente a las situaciones en las que me encuentro, a la manera en la que voy haciendo y acerca también de cómo reflexiono sobre ello.

Creo que hay ciertas situaciones que siempre han estado ahí, pero que sólo salen o sólo las hacemos conscientes cuando las necesitamos. Yo necesitaba entender el porqué de mi actitud, porqué no conseguía sentirme a gusto con lo que hacía, con lo que me “estaba convirtiendo”, con lo que quería y no podía hacer…y una de las claves fue comenzar a comprender desde dónde estaba midiendo aquello que hacía, que no hacía, que quería hacer, que pensaba… desde dónde estaba midiéndome a mí misma y con qué o quién lo estaba comparando.

Al principio, pensé que era cuestión de indagar, de preguntarme… ¿qué implica ésto para mí? ¿Por qué me afecta de esta manera y no de otra? ¿Cómo reacciono ante esa situación y qué hago para cambiarla? ¿Busco realmente cambiarla? ¿Aprendo, huyo, me compadezco, justifico…? Miles de preguntas que, sin embargo, me llevaron a una idea que creo, es clave. No se trata de buscar algo que de sentido a lo que hago, pienso, siento… y a cómo me relaciono con todo ésto, desde dónde, etc. en este preciso momento, en este contexto, y en la situación actual que vivo, sino cómo me relaciono en general en mi vida, en cualquier situación, en diferentes momentos, más allá del cole, más allá de si mi decisión era o no ser profe, o aprobar una oposición, o dar 2º de primaria… Se trataba de buscar patrones, coincidencias, rasgos que se repiten aunque disfrazados según el momento. Y es en este momento donde volví a las preguntas iniciales. ¿Podría ser que uno de mis estándares sea yo misma, pero la misma que hace un año, la misma que hace 4… (la yo misma tan diferente sin embargo)?

Hace un año era capaz de estudiar, trabajar, compaginar aquello que me apetecía (el doctorado) con aquello que “tocaba” (la oposición), y sin embargo, este año me siento más perdida, más desganada… ¿Por qué no puedo con todo? ¿Qué pasa? Si lo has hecho antes, si el año pasado podías… ¿Qué está pasando? Pero, como he dicho antes, no es sólo en este aspecto en el que me he dado cuenta de que me comparo conmigo misma en otro momento de mi vida. Hay otras partes de mí que están en permanente evaluación, en constante comparación… y esa comparación es con la Mary de 16, 17, 18 años…

¿Soy yo mi propio estándar o al menos uno de ellos? ¿Es mi patrón el compararme en situaciones anteriores?...mmmm….muy simple ¿no? No sé aún si estoy o no en lo cierto. Tampoco sé si aquí hay certezas, pero he seguido dándole vueltas a ese tema. ¿Por qué añorar tiempos pasados? ¿Estoy añorando realmente cualquier tiempo pasado? ¿Qué tienen en común todas esas situaciones ya vividas?... La verdad es que si miro hacia atrás…todas ellas me hacían sentir bastante seguras… Situaciones cómodas en mi vida, situaciones en las que las cosas habían ocurrido así, tampoco yo las había forzado en exceso, al menos no conscientemente, pero se encaminaban hacia situaciones en las que yo me sentía bien. Me sentía identificada con lo que hacía, con lo que estudiaba…incluso físicamente mejor, para qué negarlo. Situaciones que, por una parte, confirmaban mis gustos, mis intereses, mi personalidad… ¿mi identidad? Que no lo ponían en duda, que no daban opción a mucho más… Quizá situaciones más simples, que me impedían ver un abanico de posibilidades más grandes.

Supongo que la incertidumbre viene de la mano de nuevas opciones. Cuando éstas aparecen, recordamos que somos libres…y ante todo para elegir…algo que muy a menudo, asusta.

martes, 27 de abril de 2010

¿TE ESTÁS COMPARANDO CONMIGO?


¿Te estás comparando conmigo? Esta pregunta era la última que me hubiera esperado en la conversación. ¿Qué si me estaba comparando contigo? ¿Cómo podría compararme? Te puedo decir que me sentí no sólo desconcertada, sino incluso avergonzada de que hubieras pensado que podía llegar a compararme contigo. Por supuesto que no. Es más, creo que respondí con un NO rotundo.


La verdad es que la pregunta no sólo me desconcertó por pensar en que hubieras imaginado que me podría estar comparando contigo, sino porque en el fondo, no llegaba muy bien a entender el porqué de la misma.


¿Compararme? Para mi compararme implica sentirme en un mismo nivel, en un mismo punto, en caminos paralelos… ¿Cómo puedo compararme con alguien que está a años luz de mi, que cuando yo empiezo a andar, él ya ha vuelto? No puedo.
Y en ese momento, Juanjo me lanzó otra idea. Quizá no se refería a que te estuvieras comparando tal y como lo estás entendiendo tu, sino más bien… ¿hacia dónde quieres dirigirte? ¿Con qué estándares estás comparando lo que haces, cómo lo haces, lo que piensas…? ¿Cuáles están siendo tus estándares para medir tu propia competencia? ¿Te estás midiendo conmigo?


¡Vaya! Esta nueva manera de verlo me hizo volver la mirada hacia otro lugar. No es la osadía de compararme con alguien, sino cuál es el ideal al que me he propuesto llegar, cuál es el estándar que utilizo para decidir hasta qué punto estoy actuando, continuando, aprendiendo, equivocándome de una u otra forma, y cuánto de lejos me encuentro de este estándar.


La verdad es que una de mis últimas bitácoras, aquella con la que comencé de nuevo a escribir, reflejaba sin darme cuenta todos aquellos obstáculos o todos aquellos miedos que me estaban amenazando, todo aquello que me decía a mí misma que no lo estaba haciendo bien, que me estaba desviando del camino, que no se acercaba a aquello en lo que yo creía como ideal, al menos en ese momento, que me alejaba de dichos estándares ¿Puede ser que quizá mis estándares están demasiado alejados de la realidad? ¿Puede que esté utilizando estándares demasiado exigentes? ¿Por qué esa necesidad de compararme? ¿Todo el mundo maneja ciertos estándares en aquello que hace? Y…¿cómo romper con estándares que están limitando mi capacidad para ver mi propio avance, mi propio proceso de aprendizaje?


Son algunas dudas que me empezaron a surgir después de aquella conversación. Aún no lo tengo muy claro, pero me he dado cuenta de que la visión ideal y real que tengo de mi misma buscan coincidir y que el hecho de que cada vez lo vea más alejado hace que la frustración me impida seguir y buscar nuevas soluciones que me ayuden a encaminarme de nuevo a ese ideal Y es que no es quizá tanto la meta a la que llegar sino el camino que voy recorriendo… y creo que sin darme cuenta me lo estoy perdiendo.


No sé todavía si tu pregunta se refería a lo primero o a lo que luego Juanjo me planteó…pero ha dado lugar a ser consciente al menos de que yo también tengo unos estándares, de pensar sobre cuáles pueden estar siendo y acerca de la coherencia y exigencia de los mismos.

viernes, 23 de abril de 2010

CAMBIOS....


Los cambios, las transiciones, los tránsitos… ¿todo implica una transformación? ¿Puede frenarse una transformación, un camino hacia alguien nuevo o al menos hacia alguien distinto? ¿Es siempre una transición un proceso de mejora, de emerger, de crecer? ¿Podemos pararnos en medio del camino ?

Ayer me surgieron muchas dudas cuando escuchaba al grupo de transiciones que se creó hace ya dos años. Muchas dudas que, inevitablemente conectaba conmigo misma, que las interiorizaba, de las que me apropiaba. Y es que no sé si podría decir que me encuentro en uno de esos momentos que describían ayer, que me encuentro en un momento de transición, el problema es que no llego a comprender o al menos me cuesta, saber desde dónde partía y hacia dónde me dirijo.

Quizá, reflexionando acerca de mi propia trayectoria, de estos últimos meses, podría decir que quizá he pasado de ser estudiante a… a algo que aún no sé muy bien describir. Y lo conecto inevitablemente con esa pregunta que me hacía al principio. ¿Puedo pararme en mitad de una transición? ¿Puedo quedarme sentada en medio del camino? Es totalmente la sensación que me inunda, y no es nueva, hace ya tiempo que me ronda, pero pensaba que poco a poco encontraría mi lugar.

Es relativamente fácil echar la vista atrás e intentar comprender de qué rol me estoy desprendiendo, de qué sentimientos, emociones, sensación de pertenen cia, etc. me estoy intentando desligar. Como comentaba Silvia una vez en uno de mis post, llevamos 20 años institucionalizados en la enseñanza, es nuestro modo de vida, es nuestra manera de hacer girar el mundo, es nuestra responsabilidad… ¡era lo que daba sentido a lo que yo era! Soy Mary, estudiante de psicopedagogía. Es cierto, soy mucho más que eso, pero si hace un par de años, o el año pasado incluso, me hubieran pedido que resumiera en una sola palabra mi identidad, quién soy, quizá hubiera respondido: estudiante de psicopedagogía. Aprendiz.

¡Pero eso ya pasó! ¡Y me siento como si no hubiera sido decisión mía! ¡Me han echado de este escenario! ¿o me he ido alejando yo? Y si fuera ésto último, ¿por qué?
Creo que me he obligado a mi misma a adquirir un rol diferente, a ser una nueva Mary en un contexto que no es quizá el que yo me imaginaba. Quizá el año pasado hubiera pensado, ¡estupendo! Explórate en este nuevo contexto, observa cómo eres la misma Mary aprendiendo de otra manera, poniendo en práctica. ¡No tengas miedo! ¡Prueba! ¡equivócate, pero aprende!

Pero la duda que me surge es… ¿sigo siendo la misma Mary? Aure dijo ayer que se cambian las circunstancias donde tu identidad se desarrolla, pero ¿qué pasa con mi identidad? ¿dónde me la he dejado? Me encuentro perdida porque sé cómo he llegado hasta aquí, pero ahora no sé si sigo siendo yo encontrándome en un nuevo ambiente, si necesito cerrar un contexto para poder incluirme o sentirme parte e integrada de otro o incluso si sería capaz de ampliar mi propia visión acerca de mi identidad. No sé si tendrá que ver con esto que voy a decir porque sobre este tema no sé mucho, pero ¿es posible que pueda transformarme a un todo más amplio? Si ese todo soy yo, si ese todo es mi identidad, ¿puedo transformarla a un todo más amplio, más rico, más grande? Y si puedo… ¡por qué ahora no soy capaz!!!

Como dije antes, tengo la sensación de haberme quedado sentada en mitad del camino. Trato de explorar, de buscar qué ocurre, pero me invade la mala excusa de “esto no es lo que yo he elegido”. He dejado que la situación decida por mi, pero ¿es realmente lo que quería? ¿queria pasar así por este camino? ¿Realmente no he decidido yo? Creo que el tema de las dec isiones es algo que mueve muchos de los hilos de mi vida, y no sentirme responsable o al menos autora de mis decisiones me lleva a pensar que ya voy sin rumbo fijo, en una corriente que me arrastra y en la que no he sido yo precisamente la que ha decidido embarcarse.

Sé que hay muchos temas por exlplorar por aquí, o al menos, muchos sobre los que a mí me interesa hablar. Sé que esta reflexión no está muy elaborada, reflexionada,es más bien como un torbellino de ideas que no quería dejar escapar, y sobretodo que, como dije en el anterior post, no quería quedarme sentada en frente de la pantalla y decirme a mi misma: mañana.

Seguiré explorando, preguntándome…pero sobretodo, voy a hacer caso de ese consejo, de esos recursos personales, sociales y tecnológicos con los que cuento para encontrar mi sitio… y para volver a ser la misma, que eso de cambiar y no saber en qué sentido…¡a mi no me gusta! Para qué nos vamos a engañar.

martes, 13 de abril de 2010

SOBRE PORQUÉ HE DEJADO DE ESCRIBIR


Hace ya mucho tiempo que no me paso por mi blog. Bueno, no es cierto que no me pase, de vez en cuando le echo una ojeada. Lo suficiente para darme cuenta de que está exactamente igual que la última vez que lo visité. Con la misma entrada, con los mismos comentarios… ¿Por qué no escribo? Hay mucha gente que me lo recuerda, que me anima a escribir sobre alguna cosilla que me preocupa o sobre la que he estado dándole vueltas, incluso yo cada semana me propongo como reto escribir acerca de lo que me pasa en el colegio, de cómo lo relaciono con lo que sé, con lo que estudié en su día, con lo que aún sigo descubriendo… Pero cuando me pongo frente al ordenador… podría decir que me invade el terror…o la vergüenza, no sé. Vergüenza autoimpuesta realmente, vergüenza por no saber, por tener que retroceder sobre muchas de mis palabras, de mis ideas, de mis pensamientos…Vergüenza por sentirme responsable de tener que saber y, simplemente, no cumplir con dicha responsabilidad.

Ayer le decía a un amigo que es absurdo engañarse a una misma, que no tiene sentido autoconvencerse de algo que sabes que no es como quieres creer, y que sincerarse con una misma y decir en alto aquello que realmente sabes que te está rondando la cabeza es la mejor manera de objetivarlo. De agarrarlo con las manos, de darle la vuelta, de mirarlo de un lado, del otro, del revés… De poder analizarlo, pensar sobre ello…y lo mejor…de que ese análisis no te afecte porque… ¿te analizas a ti o a ese objeto?

En fin… que escribir en mi blog es analizarme a mí misma. O mejor dicho, imaginar lo que quiero escribir, componerlo en mi mente, colgarlo en mi mente e imaginar a alguien leyéndolo… me hace analizar tanto lo que quería haber escrito como a quién lo iba a escribir, es decir, a mi. Y esa situación me lleva de vuelta al principio. Me quedo mirando al ordenador y pienso…mañana.

Antes me resultaba muy sencillo hablar de ciertas cosas que defendía, que creía que debían ser de una determinada manera, que tenían lógica, coherencia, sentido. Quizá, porque antes no tenía a mi alrededor gente que pudiera darme con la realidad (con la suya al menos) en las narices, y si lo hacía, les vendía un mundo que, no voy a decir que fuera utópico, pero que me parecía más alcanzable de lo que me parece hoy. A lo que me refiero con todo ésto es a las experiencias que hoy día llenarían mi blog. A experiencias relacionadas con las situaciones ante las que me encuentro hoy y que suelen ser directamente relacionadas con la educación. Pero no con la educación como filosofía, como valores que la forman, como la esencia de la misma… ¡no, no! A la educación como ese batacazo que me doy cada día al no verme “capaz” al no verme “competente”.

Podría decir que me encuentro en un conflicto del que ya conozco la respuesta, y del que sin embargo y, sinceramente, me cuesta salir. Me planteo escribir en el blog acerca de todo esto y me siento ridícula pensando en las simplezas que puedo decir, en situaciones que distan mucho de ser interesantes o que a mi me están pareciendo reveladoras y que realmente lo único que revelan es mi falta de experiencia, de tiempo, de aprender… ¡de todo! Y he aquí el conflicto. Porque esta es una parte, pero la otra es que sé que este blog es para mí. Que objetivar estas situaciones me ayudan a reflexionar sobre ellas, a repensar sobre si son o no interesantes. ¿Me aportan ahora, hoy, en este momento algo a mí? ¡Pues eso es lo que importa! ¿Por qué no me lanzo? ¿Por qué no escribo para mí?

Por eso no escribo…tan sencillo y tonto como decir que me da miedo no sacar un sobresaliente si mi respuesta no es del todo…acertada, y ahora la que corrige soy yo.

sábado, 16 de enero de 2010

FACILITANDO...


¿Es el rol del facilitador una figura esencial a lo largo de todo el proceso de construcción y evolución del grupo de innovación?


Hoy he asistido por primera vez a uno de los grupos de innovación con los que se están trabajando, y la verdad es que a medida que se iba desarrollando la reunión me han asaltado varias dudas. Por una parte, he pensado, ¿no cumplen facilitador y coordinador el mismo rol dentro del grupo? Sería fácil quizá contestar un NO rotundo, pero me parecía que la respuesta merecía algo más de reflexión, sobretodo porque aún pienso que la línea que los separa es bastante delgada, o diciéndolo de otro modo, creo que hay ciertos matices que hay que señalar para diferenciar ambos, y no me sorprendería que fueran fáciles de pasar por alto y hacer una especie de mezcla o unión de figuras.


Desde mi punto de vista y partiendo de lo que me ha sugerido hoy la experiencia, el coordinador cumple funciones de organización del grupo, de reparto de tareas, de dinamización de las actividades, en el sentido de centrar la atención, economizar y aprovechar al máximo las reuniones para hacerlas productivas. Sí, quizá la palabra con la que me quedaría para acercarme a la figura o rol de coordinador sería la productividad del grupo, las tareas, las actividades, su quehacer y la calidad de cómo aprovechar el tiempo.


Es el rol del facilitador el que, desde mi punto de vista, se mueve más en el terreno del ámbito del proceso de reflexión grupal. En mi opinión, el facilitador promueve la reflexión. No actúa para que el grupo se organice, comience a trabajar, decida el terreno sobre el que moverse, las actividades que llevar a cabo, los momentos, las formas… El facilitador cumple funciones que promueven la reflexión, la indagación y la ruptura de esquemas que ayudan al grupo a plantearse inquietudes, a comenzar a preguntarse y a iniciar procesos de innovación conceptual, intelectual, ¿de conciencia?


Es por eso por lo que comenzaba esta reflexión con la pregunta: ¿Es el rol del facilitador una figura esencial a lo largo de todo el proceso de construcción y evolución del grupo de innovación?


Creo que su rol en los primeros momentos es esencial en el proceso, es la chispa que enciende la llama, los primeros pasos, las primeras preguntas que te ayudan a ir despertando la curiosidad para comenzar a plantearse retos. Igualmente, me parece esencial dicho rol al final del proceso. Desde mi punto de vista, si no hay reflexión final que nos ayude a seguir avanzando, a no cortar el proceso, a transformar esa reflexión final en una reflexión intermedia de algo más grande, el proceso de aprendizaje, de innovación, de mejora, quedaría parado. Sería algo extraño, al menos si nos hemos planteado llevar a cabo cambios, si nos hemos introducido en procesos de autoevaluación, de autorreflexión, de autoindagación y cuestionamiento.


Sin embargo, me pregunto hasta qué punto es necesaria esta figura en la mitad del proceso. Entiendo que el grupo debe aprender a ser autónomo, a gestionarse, e incluso a ser capaces de lanzarse sus propias preguntas, de empujarse a ver más allá, donde antes quizá ni se paraban a mirar. Durante el proceso, en esos momentos en los que el grupo ya comienza a funcionar, ¿no tendría el facilitador una función más cercana a la de un observador, a la de un analista del proceso, a un recogedor de sutiles diferencias que van dando evidencias del avance y progreso del grupo? Es cierto que su intervención en ciertos momentos en los que quizá se está perdiendo el sentido en sí del grupo, de su objetivo, el facilitador puede ser de gran ayuda, ¿pero cómo hacerlo sin que se convierta en el encargado de promover la reflexión? ¿Cómo desde el rol del facilitador se puede a la vez facilitar la posibilidad de que el propio grupo de facilite a sí mismo? ¿Queremos que el propio grupo llegue a facilitarse a sí mismo? ¿Es siempre necesaria una única figura facilitadora o podríamos pensar en un rol compartido?


Bueno…estas son algunas preguntas que dejo en el aire…¡necesito un facilitador en mi vida!