viernes, 16 de mayo de 2008

PACIENCIA


Señor, dame paciencia porque como me des fuerza le pego una...


¿Será la paciencia también una habilidad social? ¿Podemos desarrollarla o quien la tiene la tiene y quien no se desespera?


En estos tiempos que corren ya cercanos a la época de exámenes, de entrega de trabajoS, de buen tiempo y de ganas de salir a tomar algo en lugar de quedarnos en caSa reflexionando... os mando paciencia para todos... paciencia y mucho ánimo que no queda na'.

miércoles, 7 de mayo de 2008

EL SUPERPODER DE LA DISLEXIA


Tanto tiempo pensando qué era la dislexia, cómo la podía definir, a qué procesos afectaba y qué dificultades producía en aquellas personas que la padecía y ahora resulta que no la padecen… ¡que la disfrutan! Bueno, siempre y cuando estas personas sean conscientes de lo que les ocurre y de cómo controlarlo.


¿Qué quiero decir con que la disfrutan? No estoy negando que las personas que tienen dislexia lo pasen mal en su paso por la escuela. Las dificultades con las que se encuentran tanto en los procesos lectores, de escritura, para hablar en público, para incluso situarse en el espacio pueden dar lugar a momentos de terrible incomprensión que vayan generando en la persona mecanismos de defensa que pueden afectar a su propia autoestima, autoconcepto, comenzar a verse como inútiles o incapaces, hasta incluso puede generar estrategias que les ayuden a superar con cierto éxito esas exigencias externas.


Me gustaría centrarme básicamente en este último punto. ¿Qué tipo de mecanismos generan los disléxicos para evitar los errores típicos que cometen sobretodo al leer y escribir? Pero más allá… ¿por qué tienen que desarrollar este tipo de mecanismos?, ¿qué está sucediendo para que se produzcan esos errores?


Existen multitud de teorías que intentan explicarlo. Desde aquellas que consideran que se trata de características físicas del sujeto relativas al tamaño del hemisferio izquierdo, hasta aquellos que dan una explicación basada en el funcionamiento y uso que hace el sujeto de las rutas fonológicas empleadas.


Realmente, la única teoría que tiene un peso más fuerte con respecto a este tema hace referencia a una falta de madurez de la persona para llevar a cabo esa conversión de los grafemas y fonemas así como de los sonidos a su representación gráfica. Claro está que esta dificultad está a la vez condicionada por procesos que están implicados tales como la atención, la memoria de trabajo, la memoria visual, etc.


Pero, ¿qué pasa con aquellos que consideran la dislexia como un don en lugar de como una dificultad? Desde mi punto de vista, un don solo es don como tal, si el sujeto es consciente de que lo tiene y más importante, si el sujeto es capaz de controlarlo. ¿Podríamos entonces considerar la dislexia como un don?


Hay teorías que defienden la idea de que la dislexia está relacionada con la perspectiva, con ese ojo mental (ese ojo de la imaginación a través del cuál vemos algo que con nuestros ojos reales no podríamos) que se puede situar en aquel lugar donde nosotros deseemos pero que debe tener un lugar fijo sobre el que asentarse para darnos una visión integrada de la realidad.


¿Qué ocurre cuando ese ojo mental no se queda fijo y constantemente nos ofrece perspectivas de los objetos, de las palabras, de los sonidos…? Que nos desorientamos. Creo que podríamos asemejarlo a la sensación de ir en un barco mirando a cada parte. Hacia delante, hacia detrás, hacia un lado… no conseguimos fijar una imagen en nuestro cerebro y mucho menos en nuestra memoria. No sólo no seremos capaces de tener una visión completa de la realidad y fiel a ella sino que además nos marearemos y utilizaremos nuestra experiencia para responder sin necesidad de tener que llevar a cabo el proceso de observación que tanto nos mareaba y del que no obteníamos información.


Así, se defiende la idea de que la dislexia consiste en una capacidad para conseguir, con relativa facilidad, diferentes perspectivas de una misma situación. El problema está cuando ese ojo mental del que hablamos se mueve libremente sin dejarnos una información real y fija, ofreciéndonos por el contrario una distorsionada, que además nos obliga a crear mecanismos de actuación que normalmente tampoco solucionan la dificultad.


Creo que si los estudios sobre la dislexia giraran en torno a la idea de que realmente es una ultracapacidad, un superpoder que la persona no es capaz de controlar, se enfocaría desde otro punto de vista. Podría entenderse como una dificultad de aprendizaje porque hasta que el alumno consigue dominar esa habilidad, los mecanismos que desarrolla no le permiten un buen aprendizaje, sin embargo, se entendería también como una pieza clave para potenciar al alumno. En mi opinión, se apostaría por ellos, los profesores mirarían este tipo de indicadores de otra manera, con otra mirada que iría más dirigida a la fascinación por conocer esa capacidad incontrolada de la persona, que hacia esos errores que comete.


Creo que las investigaciones que tratan de darle una explicación a la dislexia no tienen porqué superponerse unas a otras, es decir, quizá todas tengan algo de verdad, de realidad y me parece interesante considerarlas todas si al fin y al cabo el objetivo es conocer para intervenir y así poder ayudar a estas personas. Sin embargo, creo que ofreciendo una visión de las dificultades de aprendizaje como dones, capacidades, etc. en lugar de como barreras, la mirada de aquellos que están en continua interacción con los niños en el terreno de la educación daría un cambio, un cambio orientado por la incertidumbre, por las ganas de potenciar esas habilidades y no por el miedo de no saber actuar que es, desde mi punto de vista, lo que principalmente nos hace retirarnos a tiempo, no ver más allá y provocar situaciones en las que el alumno siente que el problema es suyo.

martes, 6 de mayo de 2008

NO EXISTE GENTE “BUENA”


No existe y no intentes convencerme… No existe esa gente buena de las pelis de Hollywood donde el chico lo deja todo por la chica, donde ella prefiere que se vaya de su lado para que él sea feliz al lado de la persona que realmente quiere, no existe esa gente que se queda sonriendo en el fondo del camino mientras ve cómo otra persona ha alcanzado su sueño aunque ello haya significado perder el suyo. No existen y lo siento por los soñadores, por los utópicos, por los enamorados del mundo… Lo siento porque a mi también me gustaría creerlo pero el golpe será más pequeño si poco a poco voy poniendo los pies en la tierra.

¿A qué viene todo ésto? No he tenido un drama emocional. Tampoco un desengaño amoroso o una traición, simplemente he leído el texto de la empatía. No quiero decir que no tuviera ya en mente algunas de las ideas que he señalado anteriormente, pero quizá este texto me ha hecho afirmarlas, darles más fuerza.

He intentado miles de veces definir la empatía. Sentirla también, llevarla a la práctica. Básicamente se reducía a ponerme en el lugar de otra persona, de experimentar sus sentimientos, sus emociones… es decir, intentar estar tan cerca de ella sin tocarla que prácticamente fuéramos una persona. En realidad siempre seremos dos personas diferentes pero compartiendo en ese momento las sensaciones de una misma piel.

Más o menos ésto es básicamente a lo que se refiere también el texto. Sin embargo da un paso más. ¿Para qué ser empáticos? Y sobretodo, ¿para qué demostrar y mostrar dicha empatía?

Creo que las personas no hacen nada por nada ni por nadie. No existe el altruismo, no existe el amor al arte e incondicional. Creo que cada actuación de una persona, cada gesto, cada mirada, cada palabra tiene un objetivo. No estoy diciendo que estos objetivos que se buscan sean negativos, malvados y perversos, pero sí creo que son objetivos que en el fondo se dirigen a satisfacer nuestras propias necesidades. Sentirnos bien con nuestra persona, hacer sentir bien a otros porque resulta reconfortante para nosotros, por alguna recompensa material o de tipo de halago…El problema está, desde mi punto de vista, cuando esas personas son conscientes de esa empatía, de que son capaces de meterse en la piel de otra persona y de descubrir sus sentimientos… ¡Estaremos desnudos ante ellos!

¿Cuál es el problema entonces? ¿No se supone que si alguien conoce o puede conocer, o te demuestra que te comprende puede ayudarte, contenerte, ponerse en tu lugar y acunarte o bien guiarte si lo necesitas? Mi respuesta sería sí. Un sí rotundo si realmente la gente tuviera ese objetivo final. Ayudar sin obtener nada a cambio. Intentar comprender a otras personas para poder ser un guía más en su camino, una piedra menos con la que tropezar. Sin embargo, como he señalado anteriormente creo que las personas buscan siempre satisfacer sus propias necesidades. ¿Suena egoísta? Puede ser, pero desde mi punto de vista es la única realidad de la que en este momento tengo certeza.

Permitir dotar a alguien de este tipo de estrategias, de conocerlas y manejarlas, nos hace vulnerables ante ellos. Nos pueden manipular, nos pueden engañar o bien nos pueden “ayudar”. Pongo ayudar entre comillas porque la ayuda que yo entiendo no debería esperara nada a cambio, pero como señalé antes, rara vez ésto sucede (puede ser a modo consciente o inconsciente, pero si nos paramos a pensar qué implica para cada uno de nosotros el ponernos en el lugar de alguien para ofrecerle nuestra ayuda… ¿qué estamos esperando recibir realmente? Quizá la propia satisfacción de ser útil para alguien, quizá que nuestro modo de vida de vea influido positivamente al ofrecer esta ayuda… por miles de cosas, pero siempre recibimos algo. No es que sea malo…pero no es la clase de ayuda que yo entendía hasta estos días).

Así, creo que la empatía es un arma de doble filo. Puedes aprender a experimentar sentimientos ajenos a ti. Puedes hacerlos tuyos y seguramente te ayudarán a comprender el mundo desde otros puntos de vista que enriquecerán el tuyo, que podrás contrastar y quizá podrás utilizar para intercambiarlos con alguien a quien ese intercambio signifique un gran apoyo. No lo niego, pero me da miedo que este tipo de habilidades se vuelvan en nuestra contra, que las personas las utilicemos para conocer los pensamientos de los otros, sus sentimientos… para dejarles desprotegidos y atacar sin piedad.

¿Es que la gente no puede simplemente ser féliz, dejar de psicoanalizar a los demás, ofrecer esa “ayuda” de mentirijilla que nos ofrecen y dejar que sean los demás los que la pidan? ¿Es que la gente no sabe que no hay que adivinar los pensamientos y sentimientos de los demás? ¿Es que no puedo decidir yo a quién quiero abrir mis emociones en lugar de que entren sin llamar?

Quizá esta reflexión no es muy profunda. Son las primeras ideas que me llenan la cabeza pero de las que seguramente se podrían sacar conclusiones o ideas más elaboradas. No os preocupéis amantes de las causas perdidas… no soy tan pesimista… Para la próxima prometo dar algo de luz en el camino.