miércoles, 7 de mayo de 2008

EL SUPERPODER DE LA DISLEXIA


Tanto tiempo pensando qué era la dislexia, cómo la podía definir, a qué procesos afectaba y qué dificultades producía en aquellas personas que la padecía y ahora resulta que no la padecen… ¡que la disfrutan! Bueno, siempre y cuando estas personas sean conscientes de lo que les ocurre y de cómo controlarlo.


¿Qué quiero decir con que la disfrutan? No estoy negando que las personas que tienen dislexia lo pasen mal en su paso por la escuela. Las dificultades con las que se encuentran tanto en los procesos lectores, de escritura, para hablar en público, para incluso situarse en el espacio pueden dar lugar a momentos de terrible incomprensión que vayan generando en la persona mecanismos de defensa que pueden afectar a su propia autoestima, autoconcepto, comenzar a verse como inútiles o incapaces, hasta incluso puede generar estrategias que les ayuden a superar con cierto éxito esas exigencias externas.


Me gustaría centrarme básicamente en este último punto. ¿Qué tipo de mecanismos generan los disléxicos para evitar los errores típicos que cometen sobretodo al leer y escribir? Pero más allá… ¿por qué tienen que desarrollar este tipo de mecanismos?, ¿qué está sucediendo para que se produzcan esos errores?


Existen multitud de teorías que intentan explicarlo. Desde aquellas que consideran que se trata de características físicas del sujeto relativas al tamaño del hemisferio izquierdo, hasta aquellos que dan una explicación basada en el funcionamiento y uso que hace el sujeto de las rutas fonológicas empleadas.


Realmente, la única teoría que tiene un peso más fuerte con respecto a este tema hace referencia a una falta de madurez de la persona para llevar a cabo esa conversión de los grafemas y fonemas así como de los sonidos a su representación gráfica. Claro está que esta dificultad está a la vez condicionada por procesos que están implicados tales como la atención, la memoria de trabajo, la memoria visual, etc.


Pero, ¿qué pasa con aquellos que consideran la dislexia como un don en lugar de como una dificultad? Desde mi punto de vista, un don solo es don como tal, si el sujeto es consciente de que lo tiene y más importante, si el sujeto es capaz de controlarlo. ¿Podríamos entonces considerar la dislexia como un don?


Hay teorías que defienden la idea de que la dislexia está relacionada con la perspectiva, con ese ojo mental (ese ojo de la imaginación a través del cuál vemos algo que con nuestros ojos reales no podríamos) que se puede situar en aquel lugar donde nosotros deseemos pero que debe tener un lugar fijo sobre el que asentarse para darnos una visión integrada de la realidad.


¿Qué ocurre cuando ese ojo mental no se queda fijo y constantemente nos ofrece perspectivas de los objetos, de las palabras, de los sonidos…? Que nos desorientamos. Creo que podríamos asemejarlo a la sensación de ir en un barco mirando a cada parte. Hacia delante, hacia detrás, hacia un lado… no conseguimos fijar una imagen en nuestro cerebro y mucho menos en nuestra memoria. No sólo no seremos capaces de tener una visión completa de la realidad y fiel a ella sino que además nos marearemos y utilizaremos nuestra experiencia para responder sin necesidad de tener que llevar a cabo el proceso de observación que tanto nos mareaba y del que no obteníamos información.


Así, se defiende la idea de que la dislexia consiste en una capacidad para conseguir, con relativa facilidad, diferentes perspectivas de una misma situación. El problema está cuando ese ojo mental del que hablamos se mueve libremente sin dejarnos una información real y fija, ofreciéndonos por el contrario una distorsionada, que además nos obliga a crear mecanismos de actuación que normalmente tampoco solucionan la dificultad.


Creo que si los estudios sobre la dislexia giraran en torno a la idea de que realmente es una ultracapacidad, un superpoder que la persona no es capaz de controlar, se enfocaría desde otro punto de vista. Podría entenderse como una dificultad de aprendizaje porque hasta que el alumno consigue dominar esa habilidad, los mecanismos que desarrolla no le permiten un buen aprendizaje, sin embargo, se entendería también como una pieza clave para potenciar al alumno. En mi opinión, se apostaría por ellos, los profesores mirarían este tipo de indicadores de otra manera, con otra mirada que iría más dirigida a la fascinación por conocer esa capacidad incontrolada de la persona, que hacia esos errores que comete.


Creo que las investigaciones que tratan de darle una explicación a la dislexia no tienen porqué superponerse unas a otras, es decir, quizá todas tengan algo de verdad, de realidad y me parece interesante considerarlas todas si al fin y al cabo el objetivo es conocer para intervenir y así poder ayudar a estas personas. Sin embargo, creo que ofreciendo una visión de las dificultades de aprendizaje como dones, capacidades, etc. en lugar de como barreras, la mirada de aquellos que están en continua interacción con los niños en el terreno de la educación daría un cambio, un cambio orientado por la incertidumbre, por las ganas de potenciar esas habilidades y no por el miedo de no saber actuar que es, desde mi punto de vista, lo que principalmente nos hace retirarnos a tiempo, no ver más allá y provocar situaciones en las que el alumno siente que el problema es suyo.

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