lunes, 7 de abril de 2008

ACLARANDO DUDAS


Una señora muy gorda,
por el paseo.
Ha roto una farola
con su sombrero.
Ha ruido de cristales
salió el gobernador.
¿Quién ha sido la señora
que ha roto el farol?
Dispense caballero,
que yo no he sido.
Que ha sido mi sombrero
por atrevido.
Si ha sido su sombrero,
usted lo pagará.
Para que su sombrero
no lo vuelva a hacer más.

Antes de empezar a leer, cuando estaba en la etapa de infantil, me gustaba coger los libros de mi hermano mayor para hacer lo que él hacía. Los abría, señalaba con el dedo una frase y hablaba… ¿es que el libro utilizaba como micrófono el dedo y la voz de mi hermano?
El caso, es que yo también quería saber leer, pero no estaba dispuesta a esperar a que en el cole me enseñaran. No vayáis a pensar que aprendí yo sola, por arte de magia. Simplemente, me aprendí de memoria esta poesía y siguiendo el ritual del libro abierto en el suelo, dedo sobre las palabras, comenzaba a enseñar a todo el mundo mi habilidad precoz en la lectura. Lo que no sabía yo, es que ellos eran más listos (bueno, no más listos… sólo con unos años más de experiencia) y cuando me preguntaban de forma salteada qué ponía en alguna de esas líneas… bueno… no hace falta remover recuerdos del pasado ¿no?...

Estas últimas sesiones hemos estado analizando las rutas por las que las personas podemos llevar a cabo la lectura. La ruta visual y la fonológica.
Hasta hace poco, tenía algunas dudas con respecto a este tema y no tenía totalmente claro qué ocurría cuando se fallaba en alguna de estas dos rutas.
Hasta este momento, estaba entendiendo que lógicamente si un niño fallaba al leer una pseudopalabra, era porque lo estaba haciendo por la ruta visual y como esa palabra no estaba dentro de su memoria visual, lógicamente buscaba en su “lexicón” aquella a la que más se asemejaba.
Ahora me doy cuenta de que era todo lo contrario. Cuando una persona lee mal una palabra que inevitablemente sólo puede descifrarse fonema a fonema, es porque el mecanismo encargado de esta función no está actuando correctamente.
¿Por qué hago estas aclaraciones? Simplemente porque me parece que darme cuenta de este error en el que estaba cayendo, me estaba dificultando no sólo el entender las pruebas de lectura de palabras y pseudopalabras con las que habíamos estado trabajando, sino que dificultades de aprendizaje tales como la dislexia, las cuáles están íntimamente relacionadas con el proceso de la lectura, se escapaban de mi comprensión. A partir de ahora podré pensar sobre aspectos relativos a la dislexia, podré plantear cuestiones e intentar buscar respuestas.
No sé si estas aclaraciones habrán servido a alguien más, pero a mi, por lo menos para ir dándome cuenta de mi propio proceso, me ha ayudado a saber en qué punto del camino me encuentro y hacia donde debo dirigirme ahora.

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