lunes, 27 de abril de 2009

SOBRE LA JUSTICIA


Este fin de semana estuve en un curso de formación de mediadores escolares, un programa que se está llevando a cabo en algunos institutos y colegios de Torrejón y que consiste en formar a algunos alumnos y alumnas para desarrollar en sus clases y centros la labor de mediación con aquellas personas que acaban de llegar o con aquellas que no consiguen integrarse en su grupo o en el centro en general.

La verdad es que podría señalar muchas cosas de este fin de semana porque la manera en la que los niños y niñas, los adolescentes, hablaban, reflexionaban, planteaban situaciones, etc. que ponían en conflicto sus sentimientos o inquietudes con esa labor que habían decidido desempeñar, era increíble y, desde mi punto de vista, daba una visión muy optimista de las nuevas generaciones… esas a las que todo el mundo se encarga de tachar como irresponsables, enganchados todo el día a la TV, sin límites ni normas… Lo que allí viví fue de verdad una experiencia totalmente enriquecedora. Pero hubo un aspecto que me hizo pensar y que me mantuvo un rato bastante desconcertada y es por eso por lo que lo comparto aquí.

A raíz de una actividad que propusimos, los niños y niñas tenían que elegir, de una lista de objetos valiosos, cuáles de ellos llevarían consigo en el caso de que hubiera una inundación y sólo pudieran escoger 4. Hasta aquí…todo normal…incluso la dinámica puede sernos cotidiana a todos. La cuestión es que, al tener que trabajar en grupos e intentar ponerse de acuerdo entre ellos me di cuenta de una situación curiosa… al menos para mí.

Cuando pusimos en común sus elecciones y cuando indagamos acerca de las posibles dificultades que habían podido surgir al trabajar en grupo, cómo se habían puesto de acuerdo, etc. me di cuenta de que habían inventado una táctica estupenda para no entrar en conflicto. La votación. Ésta se había convertido en el recurso por excelencia para eliminar cualquier rasgo de injusticia en las decisiones finales. Todos los participantes tenían tan asumido su rol, ese papel de personas comprensivas, que comprenden al otro, que le consideran con los mismos derechos que los demás, que no cuestionaban en ningún momento otra opción que no fuera lo que la mayoría prefiriera.

No puedo decir que fueran chavales que no reflexionaban, que no pensaban y que no se escucharan entre sí, ¡todo lo contrario! Me sorprendió su capacidad de intentar escuchar y comprender el punto de vista de los demás. Sin embargo, me di cuenta de que había algo que se estaba perdiendo y era la capacidad crítica de los alumnos.

Tenían tan interiorizado que debían respetarse y darse oportunidades unos a otros que no buscaban justificación alguna más allá del respeto y de la consideración de las posturas individuales que, según su visión, se veían reflejadas en la decisión de la mayoría. Ninguno hizo alusión a un sentimiento de incomodidad ante resultados que quizá no fueran de la mano de sus decisiones individuales y ésto no era causa de un debate y comprensión de posturas mejores sino simplemente por una cuestión de mayoría.

Ya me parece un paso enorme el pensar que un grupo de niños y niñas de entre 10 y12 años se reúnan, escuchen y respeten sin hacer juicios acerca de las personas, pero me preocupó en parte lo que se derivaba de allí. Ciertos instrumentos, herramientas como era la votación, se habían convertido en el eje de la justicia, en lo que decidía lo que valía y lo que no, pero bajo el lema de la igualdad de oportunidades y el respeto. La votación, como medio para la igualdad se estaba convirtiendo en la anulación de las diferencias, del debate, del pensamiento crítico.

Todo ésto me hizo plantearme cómo todos aquellos valores, ideales, mecanismos que la sociedad actual utiliza como medios de democratización, pueden adoptar enfoques totalmente distintos aunque la misión última de los mismos no fuera esa. ¿Estaríamos pidiendo a esos niños y niñas un pensamiento demasiado comprometido? ¿En qué podría desembocar este tipo de situaciones si no se trabaja también la propia ironía de la democracia? ¿Se intenta desde la escuela dar un paso más? Es decir, no basta con hacer explícitos y experimentar aquello que deseamos desarrollar en el alumnado, también es necesario hacerles entrar en contradicción, cuestionar esos mismos ideales, mecanismos…Bueno, éstas son algunas de las ideas que me rondan la cabeza ahora… pero supongo que todo requiere su tiempo.

sábado, 18 de abril de 2009

EL PROFESOR-INVESTIGADOR. LA CREACIÓN DE UN CURRÍCULO VIVO


¿De qué manera entiende un investigador educativo el currículo y de qué manera éste es interpretado por un maestro? ¿Cómo sería además una visión donde el individuo complementara su labor docente con la investigadora?

Perspectivas como la de Elliot (1990) comienzan a mostrarnos nuevas maneras de afrontar la investigación en los contextos educativos, nuevas perspectivas que no tratan simplemente de cómo abordar esta práctica y de las dificultades de llevarlo a cabo sino que además se sumerge en cuestiones que rozan el cuestionamiento de algunos ideales básicos. Entre ellos, la concepción del currículo, de evaluación y del propio proceso educativo.

Como ya comentamos en reflexiones anteriores, una investigación externa a la práctica educativa, aquella que miraba “a la escuela” pero no “en la escuela” podía correr el riesgo de no ser fiel a esas inquietudes, a esas necesidades y cuestiones que en el mundo educativo constituían los interrogantes sobre los que trabajar. Por ese motivo, nos remitimos ahora al texto de Elliot (1990) porque nos ofrece una nueva visión de esta realidad. Es decir, tener conciencia de la necesidad de incorporar a las prácticas investigadoras a los propios docentes no nos ofrecía claves acerca de cómo hacerlo, pero Elliot nos va abriendo nuevas perspectivas que nos ayudan a esclarecer este asunto.

¿Cómo sería una auténtica investigación realizada por los docentes? Desde mi punto de vista y siguiendo las líneas de Eisner (1998) y Elliot (1990), una investigación realizada por los propios maestros responde a un enfoque eminentemente cualitativo. Una investigación de la educación desde dentro de ella misma no puede buscar simplemente las relaciones de causalidad o las conexiones entre unas y otras variables. Una investigación del profesorado en sus propias aulas, en la vida diaria de la realidad educativa busca al fin y al cabo comprender, explorar, reflexionar y seguir manteniendo viva aquella espiral que comienza con el único objetivo de no parar. En palabras de Eisner (1998) “la forma y el enfoque que un estudio cualitativo puede tomar gradualmente están más cerca de la creación de un collage que de la construcción de un edificio. Un collage terminado depende de decisiones en proceso, hechas a partir de la observación de la configuración que se va revelando. En un collage, el artista controla las cualidades y las exige. En una escuela las cualidades “se despliegan” y el investigador cualitativo las ve y las selecciona”

Pero, ¿está el profesorado preparado para afrontar este reto? ¿Pueden los maestros llevar a cabo estos procesos de reflexión e indagación de manera compatible y conectada con la labor docente?

Por una parte me gustaría señalar que, tal y como muestran Marilyn Cohran – Smith y Susan L. Lytle (1999) la investigación educativa y la acción educativa difícilmente pueden desligarse una de otra, es decir, no consiste tanto en complementar ambas prácticas sino en formar al profesorado para que la una forme parte de la otra, es decir, para conciliar la investigación en el aula, del aula y con el aula con la propia labor del profesor.

Es aquí donde conectamos esas primeras cuestiones que veíamos que se empezaban a cuestionar. ¿Cómo entendería el currículo, los procesos de E/A y la educación en sí misma un profesor-investigador-reflexivo?

Desde mi punto de vista, desde la visión dentro/fuera que ofrecen las autoras, se defiende una manera de entender el currículo diferente a la tradicional. Un currículo que tiene como base la práctica constantemente investigadora, que entiende su elaboración desde una perspectiva en el que éste está abierto y es flexible a las circunstancias que van emergiendo en el contexto concreto de aula, ciclo, curso… No un currículo que guíe u oriente la práctica sino uno que surja de y con ella.

Sin embargo, no debemos olvidar que desde las instituciones educativas se exige al profesorado la planificación del proceso de Enseñanza y de Aprendizaje y su explicitación en los diferentes documentos de concreción curricular. De esta forma, un currículo cuya base es la investigación y la construcción continua del mismo, no puede cerrarse hasta que el curso haya terminado. ¿Cómo hacer frente entonces a estas exigencias? ¿Trabajaría el profesorado con un modo poco contextualizado y general para hacer frente a esta exigencia actuando en paralelo conforme a esta forma de entender la creación del currículo y la puesta en marcha realmente del proceso educativo? ¿Puede ser el profesorado totalmente transparente o debe jugar aún a esconder estas nuevas formas de abordar el reto educativo que implica inevitablemente un cambio en la propia profesión del docente?

Desde mi perspectiva, este tipo de cuestiones son las que aún frenan muchas iniciativas hacia estas maneras de abordar el proceso educativo, de convertirse en verdaderos investigadores del aula. Aunque el profesorado juegue un papel fundamental y aunque éste vaya dirigiéndose hacia perspectivas más amplias, complejas y reflexivas acerca de lo que significa la educación y la investigación en la misma, un cambio en la perspectiva cultural y social se hace necesario para apoyar estas nuevas corrientes que, sin duda, prometen dejar huella.

viernes, 17 de abril de 2009

INVESTIGADORES E INVESTIGADOS ¿ES POSIBLE UNA COMPLEMENTARIEDAD?


Continuamente escuchamos que toda investigación debe intentar dar respuesta a las necesidades que puede estar emergiendo en la sociedad, con el fin de poder aportar algo que ayude a transformarla y a cubrir dichas necesidades. Sin embargo, en la búsqueda de dichas situaciones, ¿cuántas veces se tiene en cuenta la verdadera visión de los que están íntimamente ligados a esa realidad que deseamos investigar? ¿Cómo podemos estar seguros de que realmente existe esa necesidad y sobre la que tenemos que trabajar sino colaboramos con ellos y partimos desde su visión?

Desde el punto de vista del mundo educativo, Contreras (1999, El sentido educativo de la investigación. pp. 448 - 462) nos muestra cómo ese fin último de la investigación, es un terreno especialmente alejado de la realidad. La investigación juega un papel dicotómico en el momento en el que se permite su división entre aquellos que socialmente tienen el poder, el derecho y la fiabilidad para indagar, buscar respuestas y generar conocimiento científico generalizable, y aquellos que hacen, que construyen y que día a día transforman la educación. De manera que al final, “la investigación se presenta como actividad racional para ofrecer la verdad de los hechos, situándose por encima de cualquier preferencia o de cualquier implicación en la transformación de la realidad." (Contreras, 1999)

Desde mi punto de vista y siguiendo el discurso de Contreras (1999) podríamos decir que la investigación realizada por el mundo académico puede presentar muy buenas intenciones, puede que realmente busque encontrar hallazgos que permitan avanzar en el conocimiento pedagógico, en las prácticas educativas, etc. Pero, ¿cómo están seguros de que esas necesidades son las que realmente están siendo foco de atención en la realidad educativa? ¿A qué están respondiendo realmente esos interrogantes, esas inquietudes, esas preguntas de investigación desde la que parten los investigadores? Al fin y al cabo, “la investigación aparece guiada por el desconocimiento y la incomprensión de la práctica educativa y su funcionamiento para los investigadores, (de manera que) tanto las formas como los objetos de evaluación actúan al servicio de las perspectivas y de las necesidades de conocimiento de los académicos" (Contreras, 1999)

¿Cómo podríamos aunar esos esfuerzos por construir y transformar el conocimiento pedagógico, el conocimiento científico y responder realmente a esas inquietudes y necesidades de la realidad educativa?

La labor del profesorado entra aquí en juego. En un juego en el que, al parecer, había estado hasta ahora excluido o al menos muy poco valorado. Su nuevo rol como investigador.

Podríamos decir que quizá su papel estaría cambiando, abriéndose a nuevas funciones, nuevas formas de afrontar el reto educativo… Pero, ¿ésto es realmente cierto? Es decir, la labor educativa es un constante proceso de reflexión, de búsqueda de la mejora, de alternativas. “La realización de la enseñanza como actividad educativa no admite la disociación entre procedimientos y finalidades y, por lo tanto, requiere de una continua reflexión como modo de conexión entre dichos procedimientos y finalidades, así como entre conocimientos y acción.” (Contreras, 1999). El profesorado implicado, aquel que realmente entiende la actividad educativa como una filosofía, como un reto al que enfrentarse día a día, no desarrolla en el aula una serie de recetas o de estrategias que otros han denominado como influyentes, determinantes, relacionadas, etc. en los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Desde mi punto de vista, un profesor que entiende la educación como motor de cambio social no podrá simplemente actuar, sino que el proceso de reflexión-acción continua se convierte en una función más dentro de su labor, de la construcción, transformación y mejora de la educación en todo su conjunto. La reflexión-acción continua en la que se encuentra sumergido supone la base de una investigación de la educación y con la educación.

De esta forma, impulsar nuevas formas de indagar, de conocer, de contribuir al avance y mejora de los procesos educativos debe partir de la realidad en la que éstos están inmersos. No podemos desligarnos ni olvidar el potencial que el profesorado tiene a este respecto porque son ellos, junto con el resto de miembros de la comunidad educativa los que dan sentido a la educación, los que la construyen, interpretan, los que le otorgan el nombre.

No podemos afrontar una investigación sin que parte de su naturaleza quede excluida.

viernes, 3 de abril de 2009

QUEDA PROHIBIDO

Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber que hacer,
tener miedo a tus recuerdos.
Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.
Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus deudas y el mal humor.
Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles solo cuando los necesitas.
Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.
Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada día como si fuera un ultimo suspiro.
Queda prohibido echar a alguien de menos sin
alegrarte, olvidar sus ojos, su risa,
todo porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.
Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen mas que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
Queda prohibido no crear tu historia,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.
Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.

PABLO NERUDA
(Parral, 1904-Santiago de Chile, 1973)