Delante del papel en blanco… y no tengo nada que escribir. No tengo, no puedo o no sé qué decir.
Después de un debate en clase en torno a la película “Entre les murs”, me he quedado sin palabras. Me encantaría decir que es por lo impresionada que estoy, por la revolución que ha creado en mí, pero no… es mucho más simple que todo eso… es que simplemente no sé qué decir. ¿Se me habrá olvidado todo? ¿Cómo es posible que no sepa relacionarlo con nada de lo que he estado viendo a lo largo de estos dos años en psicopedagogía? ¿Cómo es posible que no pueda tampoco conectarlo con mis clases de doctorado o aunque sea con mis propias experiencias cotidianas? Conectarlo, me refiero a ir más allá de tratar sobre el contenido, de divagar acerca de lo que se ve en la película, de descubrir aquello que está oculto.
¡Cómo de cerca me siento ahora de Nathalie, esa niña de 12 años que Pennac muestra en Mal de escuela, cuando dice: tengo 12 años y no sé nada! Tengo 24 años y no sé nada. Tengo muchos años de compartir reflexiones, clases, lecturas… ¡y no puedo conectar nada! ¿La discusión de clase? ¿El debate? Me ha dejado, sinceramente, desarmada… me hubiera ido de la sesión, hubiera salido corriendo… se me hubiera escapado de las manos al igual que se le escapó de las manos al profesor de Francés cuando las delegadas de clase le contaron a Suleiman su versión de la junta de evaluación.
Esa “sucia prisión” como señala Pennac tiene más fuerza de la que yo pensaba. ¡Cómo de fuerte pueden ser esas subjetividades que nos atrapan, que nos empiezan a hacer conectar las situaciones con nuestras propias expectativas, con nuestros temores, con nuestras propias creencias! Se me ha escapado de las manos porque no encontraba dónde agarrarme, porque no sabía cómo demostrar que tenía algo que decir, la obligación de decir algo… y he empezado inevitablemente a conectar conmigo misma. ¿Qué hago aquí? ¿Es realmente lo que quiero? ¿Es que no he aprendido nada? ¿Es que todo el mundo ha entendido tan claramente la película? ¿Qué me he perdido? ¿Por qué no soy capaz de encontrar conexiones?
¿No sería quizá lo que estaría ocurriendo con ese profesor de francés? Se le escapaba de las manos, no tenía límites y normas establecidos, había incoherencias… Todas estas expresiones han salido hoy durante el debate, pero ahora que me he dado cuenta de lo fácil que resulta que se nos escape de las manos y que llevemos las situaciones a nuestro terreno personal, me pregunto ¿Por qué tenemos las personas esa facilidad para encontrar explicaciones tan pronto? ¿Por qué achacamos la situación que se daba “entre esos muros” a una falta de orden, de normas, de límites? ¿Qué hay detrás de esa justificación? ¿Por qué para cada uno de nosotros es importante tener esos aspectos bien fijados? Supongo que sentirnos seguros lleva de la mano en muchas ocasiones no dejar lugar a la incertidumbre pero… ¿qué ocurre cuando aún así la incertidumbre se abre camino? ¿Qué le ocurre al profesor de francés cuando sus técnicas bien pensadas de acercamiento al alumnado, de conectar con sus ideas previas, de favorecer un aprendizaje significativo, de hacerles sentir importantes y partícipes en el propio proceso educativo, se transforman en un conflicto? ¿Qué se entiende por conflicto? ¿Qué ocurre cuando surge un imprevisto? ¿Cómo se aborda?
Desde mi punto de vista, en muchas ocasiones planeamos las situaciones, nos desenvolvemos en ellas de tal manera en la que sentimos que controlamos la situación, que decidimos cómo y cuándo hacer lo que queremos y además lo justificamos bajo unos principios totalmente pedagógicos, pero cuando se truncan los caminos, cuando se mueven esos hilos que teníamos fuertemente agarrados, ¿qué sale entonces? ¿Desde qué postura estamos mirando ahora? ¿Cuál es el verdadero conflicto? ¿Estaremos proyectando nuestras debilidades, nuestra sucia prisión sobre ellos?
No sé qué voy a hacer cuando salga de entre estos muros…supongo que construir otros.
Después de un debate en clase en torno a la película “Entre les murs”, me he quedado sin palabras. Me encantaría decir que es por lo impresionada que estoy, por la revolución que ha creado en mí, pero no… es mucho más simple que todo eso… es que simplemente no sé qué decir. ¿Se me habrá olvidado todo? ¿Cómo es posible que no sepa relacionarlo con nada de lo que he estado viendo a lo largo de estos dos años en psicopedagogía? ¿Cómo es posible que no pueda tampoco conectarlo con mis clases de doctorado o aunque sea con mis propias experiencias cotidianas? Conectarlo, me refiero a ir más allá de tratar sobre el contenido, de divagar acerca de lo que se ve en la película, de descubrir aquello que está oculto.
¡Cómo de cerca me siento ahora de Nathalie, esa niña de 12 años que Pennac muestra en Mal de escuela, cuando dice: tengo 12 años y no sé nada! Tengo 24 años y no sé nada. Tengo muchos años de compartir reflexiones, clases, lecturas… ¡y no puedo conectar nada! ¿La discusión de clase? ¿El debate? Me ha dejado, sinceramente, desarmada… me hubiera ido de la sesión, hubiera salido corriendo… se me hubiera escapado de las manos al igual que se le escapó de las manos al profesor de Francés cuando las delegadas de clase le contaron a Suleiman su versión de la junta de evaluación.
Esa “sucia prisión” como señala Pennac tiene más fuerza de la que yo pensaba. ¡Cómo de fuerte pueden ser esas subjetividades que nos atrapan, que nos empiezan a hacer conectar las situaciones con nuestras propias expectativas, con nuestros temores, con nuestras propias creencias! Se me ha escapado de las manos porque no encontraba dónde agarrarme, porque no sabía cómo demostrar que tenía algo que decir, la obligación de decir algo… y he empezado inevitablemente a conectar conmigo misma. ¿Qué hago aquí? ¿Es realmente lo que quiero? ¿Es que no he aprendido nada? ¿Es que todo el mundo ha entendido tan claramente la película? ¿Qué me he perdido? ¿Por qué no soy capaz de encontrar conexiones?
¿No sería quizá lo que estaría ocurriendo con ese profesor de francés? Se le escapaba de las manos, no tenía límites y normas establecidos, había incoherencias… Todas estas expresiones han salido hoy durante el debate, pero ahora que me he dado cuenta de lo fácil que resulta que se nos escape de las manos y que llevemos las situaciones a nuestro terreno personal, me pregunto ¿Por qué tenemos las personas esa facilidad para encontrar explicaciones tan pronto? ¿Por qué achacamos la situación que se daba “entre esos muros” a una falta de orden, de normas, de límites? ¿Qué hay detrás de esa justificación? ¿Por qué para cada uno de nosotros es importante tener esos aspectos bien fijados? Supongo que sentirnos seguros lleva de la mano en muchas ocasiones no dejar lugar a la incertidumbre pero… ¿qué ocurre cuando aún así la incertidumbre se abre camino? ¿Qué le ocurre al profesor de francés cuando sus técnicas bien pensadas de acercamiento al alumnado, de conectar con sus ideas previas, de favorecer un aprendizaje significativo, de hacerles sentir importantes y partícipes en el propio proceso educativo, se transforman en un conflicto? ¿Qué se entiende por conflicto? ¿Qué ocurre cuando surge un imprevisto? ¿Cómo se aborda?
Desde mi punto de vista, en muchas ocasiones planeamos las situaciones, nos desenvolvemos en ellas de tal manera en la que sentimos que controlamos la situación, que decidimos cómo y cuándo hacer lo que queremos y además lo justificamos bajo unos principios totalmente pedagógicos, pero cuando se truncan los caminos, cuando se mueven esos hilos que teníamos fuertemente agarrados, ¿qué sale entonces? ¿Desde qué postura estamos mirando ahora? ¿Cuál es el verdadero conflicto? ¿Estaremos proyectando nuestras debilidades, nuestra sucia prisión sobre ellos?
No sé qué voy a hacer cuando salga de entre estos muros…supongo que construir otros.