miércoles, 3 de septiembre de 2008

COMO POR ARTE DE MAGIA



“Eso es algo que aprendiste en algún momento de tu vida, que interiorizaste y que simplemente hoy sale para darle sentido a tu mundo, para ayudarte a interpretar las señales, los estímulos, las relaciones que mantienes con los demás. No es una relación de causa-efecto, está claro, existirán muchos factores que están influyendo en ti y en tu manera de desenvolverte, de relacionarte y de actuar, pero creo que es un factor importante”.


Así empezó el cambio. Con “más o menos” estas palabras, o al menos así fueron como yo las interpreté, comenzó algo que nunca antes había imaginado. Hasta ese momento encontraba sentido a lo que hacía, a cómo lo hacía y a por qué lo hacía. No necesitaba que nadie me “hiciera terapia” para ser capaz de comprender qué estaba detrás de una situación que me generaba incomodidad, desagrado, vergüenza, alegría… Es más, desde mi punto de vista y contestando a esta persona desde mi interior, pensé: esto ya no va conmigo. Entiendo lo que quieres decir pero a mí ya no me vale. Yo ya he superado todo eso porque ya he hecho consciente todo aquello que se supone, de manera inconsciente, te hace relacionarte con el mundo e interpretarlo de una manera determinada. Yo ya he detectado todo eso, podría darle una explicación hasta a porqué me angustia darle un mordisco a un trozo de pan cuando no tengo hambre…


¿Y si realmente ésto fuera así? Es decir, ¿desde qué punto de vista estaba partiendo? ¿Cuál es el modelo que sigo, consciente o inconscientemente para llegar a estas conclusiones? Desde mi punto de vista y analizándolo hoy, creo que tenía muy claras algunas ideas. Creía que lo único que necesitaba una persona para ser feliz, era sinceridad consigo misma, y cuando hablo de sinceridad no me refiero a no engañarse, sino a ser crítico con uno mismo, a intentar darle un sentido y explicación a sus actuaciones y a no tener miedo de decirse para sus adentros o en voz bien alta cuáles son sus miedos, a hacerlos conscientes.


Pues bien… ¿qué ocurre cuando crees que esa parte está alcanzada? Pues precisamente lo que pensé yo. “Me parece muy bien, me parece lógico… pero para otra persona” Es decir, yo ya he hecho conscientes esos miedos de los que hablo cuando me refiero a la “autosinceridad”, yo ya los he puesto sobre la mesa y los puedo identificar. Lo que me pasa ahora va más allá, ya no es problema mío, es problema del mundo que no se ha parado a pensar en sí mismo. Soy capaz de explicar mis reacciones y las de los demás, las tengo claras, encuentro explicaciones coherentes… ¿Por qué la gente no me deja ya en paz? ¿Por qué no hace cada uno un mirada a su propio interior y comienza a hacer conscientes todas esas cosas que le atan, esas ataduras subjetivas y comienzan a actuar por una vez sinceramente, dejando a un lado esos miedos que antes, mientras eran inconscientes, dirigían sus pasos?


Exactamente, o al menos lo he intentado, este era mi planteamiento. Cada uno puede decidir el camino que quiere seguir, la forma de relacionarse con los demás, las explicaciones que le da al mundo, a los demás… partiendo de uno mismo, conociéndose a uno mismo. A partir de ese momento no hay nadie que pueda ayudarte más que tú mismo porque no hay nadie que sepa mejor que tú aquellas ataduras subjetivas de las que hablábamos anteriormente. Pensaba que haciéndolas objetivas, que haciéndolas conscientes, simplemente desaparecerían… ¡Cómo por arte de magia!


¿En qué desembocaba todo esto? Entre otras cosas en que mi forma de relacionarme con la intervención, en que mi manera de entender la ayuda a los demás, partía igualmente de este modelo bajo el que me había atrincherado yo misma, bajo esta manera que podría funcionarme a mí y que yo había decidido que, “lógicamente” tenía que funcionarle al resto de la humanidad. Así, ante cualquier situación en la que yo tuviera que intervenir, ayudar, aconsejar… mi único papel era guiar a la persona a hacer consciente sus miedos, el sentido de sus actuaciones, del sentido que le daba a las situaciones, a las relaciones… Y una vez en ese instante, una vez en ese momento… ¿Qué más quieres que haga? Tú ya tienes la llave, ya te conoces, ya te comprendes… Ya eres libre…


¡Pues no! Y de qué manera se me ha venido todo a bajo. Porque partiendo de estas ideas todo cuanto yo esperaba, todas aquellas expectativas que yo tenía, todos los pensamientos, planteamientos y situaciones imaginarias que yo había pensado se tendrían que haber dado tal y como mi mente las estaba recreando, porque el problema no era mío, porque yo sí que me conocía y por lo tanto todo lo que estaba ocurriendo quedaba al margen de mí, la explicación estaba en el otro…


Evidentemente todo esto que había imaginado sobre la otra parte resultó no tener nada que ver con todo cuanto yo había imaginado. Me había equivocado. Me había confundido, había imaginado una realidad, lo había pasado mal, le había dado explicaciones racionales, coherentes, totalmente fundamentadas… Y había llegado a la conclusión de que finalmente… el problema estaba en mí.


Fíjate, no bastaba con comprenderme, no bastaba con entender y hacer conscientes mis miedos… no desaparecía sin más. Seguían influyéndome en mis relaciones, en mis maneras de explicarme a mí misma y a los demás todas aquellas situaciones que me ayudaban a entender todo cuanto me rodeaba.


Ahora sí que la hemos hecho buena, pensé. ¿Y por dónde camino ahora? Se habían roto totalmente mis esquemas… me había descolocado y aún sigo en proceso de coloque… Ya no sé como soy, ya no sé qué dirige mis actuaciones, mis pensamientos, mis inferencias, mis explicaciones a la realidad… Lo peor de todo… ¿y ahora cómo voy a ayudar a alguien, cómo le voy a orientar, si la base sobre la que se asentaban mis pensamientos y mi “fuente de la verdad” resultaba ser un fraude? Si la explicación ya no está en hacer consciente esos miedos, esas experiencias… quizá eso sea un paso solamente, quizá habrá que ahondar más, quizá la llave para esa libertad de la que hablábamos antes no está comprendiendo sin más nuestros miedos… quizá ahora habrá que aprender cómo nos afectan, qué hacemos con ellos y cómo podemos transformarlos para cambiar nuestros esquemas mentales para no asegurarnos nada al fin y al cabo, sino para volverlos a ponerlos en el punto de mira constantemente, para evaluarnos y para ir comprendiéndonos poco a poco a cada uno de nosotros mismos. Y si todo esto es lo que tengo que hacer conmigo… ¿cómo lo hago con los demás?


Después de plantearme todo esto, estuve hablando con un amigo… ¿fue la conversación que tuve con él o la que tuve conmigo misma? El diálogo interior que se genera es la clave, no para darle sentido a todo como había pensado hasta ahora y olvidarme ya del tema, es decir, no es que ahora ese diálogo interior sea la clave para conseguir romper las ataduras subjetivas, sino que ese diálogo es el proceso o es el punto álgido a partir del cuál comienzas a plantearte dudas, cuestiones, situaciones, que te permiten seguir avanzando, comprendiéndote… pero que nunca te van a dar una clave final que lo explique todo.


¿Y con la intervención con otros? ¿Es el diálogo interior el proceso a seguir? ¿Podría ser un punto de partida? Antes hubiera dicho que sí, pero no me quiero arriesgar y voy a pensar que al menos a mi me está haciendo reflexionar e intentar buscar más allá de lo que apartemente hay, que me ayuda a no simplificar y a comprender además que a cada uno puede servirle este diálogo interior de manera muy diferente.


La ayuda… la que yo presto, la que no presté, la que no pude… Quizá todo partió de ahí, partió de mí a diferencia de lo que yo pensaba… ¿Qué implica para mí ayudar? ¿Qué significa que una persona me pida ayuda? ¿Qué implica que no pueda dársela? ¿Cómo he llegado a la conclusión de que no puedo?


Me han surgido muchas dudas y cuestiones a raíz de esto… No sé si podré ir concretando, si este diálogo interior que he intentado plasmar aquí lleva a algún sitio o quizá sólo tiene sentido para mi. Seguiré pensado y quizá salga algo más… de momento, aquí me quedo.